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Formo parte de un grupo de periodistas que fuimos formados por maestros de la dimensión de Juan Bosch, Mario Álvarez Dugan, Radhamés Gómez Pepín y Rafael Molina Morillo. Otros colegas agregan sus listas a figuras como Rafael Herrera, Germán Emilio Ornes y Freddy Gatón Arce, todos fallecidos.
Mi generación tiene la suerte de convivir en esta vida con otros referentes del buen periodismo, aunque para los fines de esta reflexión sólo menciono a algunos de esos pilares a cuyas órdenes tuve el honor de laborar y de formarme durante de mi modesta carrera profesional.
El ejercicio del periodismo ha evolucionado mucho durante los últimos 50 años, tanto así que hoy se habla de “Aldea Global” y de “Internet de las personas” para subrayar que la comunicación digital abarca ya a todo el planeta en tiempo real.
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También se pronostica la inexorable muerte de la prensa impresa para dar paso al tipo de periodismo que se forja en las nubes cibernéticas, sin asiento fijo ni planes a largo plazo, porque la información compite con la aguja del reloj que marca los segundos.
Al revisar las redes encontré que la noticia más leída o comentada, por encima del diferendo con Haití, el caos en el tránsito y el contrato Aerodom, se refería a la polémica entre dos jóvenes comunicadoras o influencers, que se acusan mutuamente de incurrir en infidelidad y otros desvaríos.
Al repasar portadas de periódicos se comprueba prevalencia de favores o de resabios que brotan desde directorios políticos o económicos, claro que con muy honrosas excepciones, con similares resultados cuando se auscultan contenidos ofrecidos por servicios noticiosos o programas de comentarios por radio y televisión.
El periodismo dominicano no está en crisis irreversible, porque si así fuera se reflejaría en cruentas vulnerabilidades en el ensamblaje institucional que sostiene a la democracia política, pero puede decirse que está en riesgo de sufrir extravíos que lo alejen de los senderos de la ética o deontología profesional.
Las redes sociales inyectan su contenido nocivo y adictivo por todas las venas y arterias de la sociedad, cuyos efectos catastróficos contaminan también a la prensa y a los periodistas, que hoy lucen subordinados a los designios del metaverso o se alejan del compromiso de preservar y defender valores sociales, económicos y políticos asociados con el fortalecimiento del espacio democrático.
Esa es la razón por la cual al inicio de este escrito he mencionado a Cuchito Álvarez, Radamés Gómez, Rafael Herrera, Germán Emilio, Molina Morillo y Freddy Gatón, como referentes de un periodismo ético, valiente y socialmente responsable, lo que comienza a escasear en estos aciagos días.