La verdad es que desde hace más de dos años Haití sufre un vacío de poder institucional al no llenarse las vacantes de los senadores y diputados cuya elección ha expirado.
Pero con los problemas económicos, sanitarios y de seguridad, la crisis de gobernabilidad es más grave. Sin la intervención de la comunidad internacional, sobre todo para garantizar la seguridad y el orden, la salida luce mucho más remota.
La nación es controlada por pandillas relacionadas con grupos económicos y sociales que han sembrado el terror en la población.
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Nadie está seguro en un territorio donde el cesante presidente del Senado, Joseph Lambert, acaba de sufrir un atentado que casi le cuesta la vida.
Desde la elección del finado presidente Jovenel Moïse en la nación no se han celebrado comicios para llenar las plazas de senadores y diputados.
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Pero a pesar de la violencia que ha costado decenas de vidas y de la crisis institucional, Estados Unidos y las demás potencias no atienden ni siquiera el reclamo del Gobierno haitiano de desplegar una fuerza militar para restaurar la seguridad.
El vacío de poder que vive hoy la nación representa un llamado en torno a la realidad del país.
