Ser neófito en las artes diplomáticas conlleva a cometer errores de apreciación. En las relaciones exteriores «hay cosas que se ven y cosas que no se ven». Además, en el escenario internacional los actores imitan al gran mago Harry Houdini, quien con su ilusionismo nos hace notar únicamente lo que él desea que miremos.
La intervención en Haití de tropas procedentes de África no difiere de lo arriba expuesto. La llegada de soldados kenianos a Puerto Príncipe tiene varias lecturas y la principal parece obedecer especialmente a la nueva política estadounidense sobre la migración ilegal.
Estados Unidos ha realizado profundos estudios sobre los flujos migratorios que persiguen ingresar a su territorio. Las conclusiones no son halagüeñas. Más de 12 millones de indocumentados que hacen vida allí parecen ser «las gotas que rebosaron el vaso».
Las investigaciones gringas consideran ese éxodo como «inaceptable y peligroso», y en ese razonamiento coinciden republicanos y demócratas, mostrando ambas partes disposición a «enfrentar el problema».
Las 30,000 visas para haitianos, venezolanos, nicaragüenses y cubanos que otorga USA con fines humanitarios, les generan problemas fronterizos, principalmente en su borde sur, por lo que están pensando seriamente reformar todo ese sistema.
Partiendo de ese razonamiento, la política norteamericana hacia el exterior está concentrada en repeler los contingentes humanos que vulneran sus fronteras a diario. Bandas de facinerosos haitianos, son un «pequeño dolor de cabeza», pues la tecnología manejada por EUA permitiría eliminar desde un escritorio a esos crueles revoltosos. La dificultad que motivó la intervención es de otro nivel.