En Brasil, la hora de ejercer el sufragio ha llegado con tanta incertidumbre que los resultados del proceso son una incógnita. Ronda el temor de que además de incidentarse las votaciones a través de la violencia o algún subterfugio que el presidente Jair Bolsonaro desconozca los resultados en caso de que le sean favorables.

La hora cero ha llegado con una amplia desventaja en las encuestas por el mandatario, que busca la reelección, frente al expresidente Lula da Silva. La violencia y los ataques de Bolsonaro al sistema electrónico de votación se tienen como mala señal. Otro factor que genera inquietud es el alto índice de rechazo que concitan los dos candidatos.

Un 39% dice que no votaría por Lula y un 52 que no lo haría por el actual gobernante. Además de la violencia, que ha dejado dos seguidores de Lula muertos, la tensión se ha disparado por los insultos y la pretensión de Bolsonaro de involucrar a los militares en el escrutinio.

Es paradójico que el mandatario cuestione y denuncie el sistema con que llegó al poder sin ningún inconveniente. El Tribunal Electoral ha tomado todas las previsiones para revestir el proceso de la mayor transparencia.

Nunca antes desde que Brasil retornó al sistema democrático, en 1983, se habían celebrado unas votaciones tan tensas.

El fraude que de alguna manera ha anticipado el Gobierno, si gana la oposición, rodea el sufragio de una alta dosis de incertidumbre.