
El signo del pez, La balada del pajarillo, La aventura del lenguaje, Cuando besan las sombras y Aitana, esta última presentada en la más reciente de Feria Internacional del Libro, en Bogotá.
En la historia literaria colombiana del siglo XX, el nombre de Gabriel García Márquez brilla con luz propia. Su prosa exuberante y su realismo mágico se convirtieron en sinónimos de la literatura latinoamericana en el mundo.
Sin embargo, en las sombras de ese mismo siglo vivió y escribió otro gigante de las letras: Germán Espinosa.
Este fue un narrador barroco, erudito y profundamente caribe, cuya obra no obtuvo la fama internacional que merecía, pero que rivalizó en profundidad, calidad y ambición con la del Nobel colombiano.
Germán Espinosa fue, en cierto modo, el gran desconocido que compitió con García Márquez desde otro rincón del Caribe: Cartagena de Indias.
En los años 60, en Colombia fue editada una antología de cuentos, publicada en tres volúmenes, en donde participaron 43 escritores de ese país, donde se destacaron los relatos: ¨Siesta del martes¨, de García Márquez; y ¨La noche de Trapa¨, de Germán Espinosa.
Nacido en 1938, Espinosa fue poeta, novelista, ensayista y cuentista. Su obra se caracteriza por una rica intertextualidad, una prosa densa y elaborada, y un permanente diálogo con la historia, especialmente la colonial. A diferencia de García Márquez, quien creó un universo ficticio con Macondo como eje, este optó por hacer de la Cartagena colonial el escenario y la protagonista de muchas de sus novelas, en las que conviven inquisidores, piratas, alquimistas, y cortesanas.
Su novela más conocida, «La tejedora de coronas» (1982), es considerada por muchos críticos como una de las mayores obras maestras de la literatura colombiana.
En ella, Espinosa narra la vida de Genoveva Alcocer, una mujer culta y libre del siglo XVIII, que desafía las convenciones de su tiempo.

El texto combina historia, filosofía, ciencia, arte y política, y representa un fresco impresionante de la época colonial.
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La crítica la ha comparado con las grandes novelas históricas de autores como Umberto Eco, pero su resonancia fuera de Colombia ha sido limitada, en parte porque Espinosa nunca fue un autor complaciente ni fácilmente clasificable.
Mientras García Márquez se ganó al gran público y a la crítica internacional con una literatura más accesible y emocional, Espinosa fue un escritor más hermético, exigente, tal vez elitista, cuya obra pedía al lector un compromiso intelectual profundo.
Su estilo, barroco y culto, bebía más de Borges que de Rulfo, y sus intereses lo llevaban a recrear el pasado no para mitificarlo, sino para cuestionarlo, desmenuzarlo, revelarlo en sus contradicciones más humanas.

Ambos escritores compartieron, sin embargo, una obsesión por el Caribe colombiano como territorio literario.
Pero mientras García Márquez lo poblaba de fantasmas, coroneles y mariposas amarillas, Espinosa lo llenaba de inquisidores, navegantes y mujeres sabias.
Ambos escribieron desde y sobre una región marginalizada, pero con ópticas muy distintas: uno desde lo mítico y lo popular, el otro desde lo histórico y lo filosófico.
La relativa invisibilidad de Germán Espinosa se explica también por factores extraliterarios: fue un hombre discreto, alejado de los círculos del poder cultural, y nunca buscó el favor de los grandes centros editoriales.

En cierto modo, fue una figura solitaria, más interesado en escribir que en figurar, lo que contrasta con la carrera pública y política de García Márquez, quien cultivó amistades influyentes y usó su fama como plataforma de acción social.
Aun así, Espinosa dejó una obra vasta, rigurosa y profundamente original. En sus más de treinta libros, entre los que se cuentan novelas como «Los cortejos del diablo», y «El signo del pez», Este autor construyó una visión del mundo desde el margen, demostrando que la literatura caribeña podía ser también culta, intelectual y exigente.
Hoy, a casi dos décadas de su muerte, la figura de Germán Espinosa comienza a ser redescubierta por nuevas generaciones de lectores que encuentran en su obra una riqueza inagotable.
Tal vez sea el momento de reivindicar su legado y de situarlo en el lugar que le corresponde: no como la sombra de García Márquez, sino como una estrella propia en el firmamento literario colombiano.
Nicolás Mateo
lonimaca@hotmail.com
El autor es periodista y escritor.