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La vida vista como una partida de ajedrez

La vida vista como una partida de ajedrez

Ante tantas carencias de sentirse satisfecho de sí mismo, de manera frontal, que consiste en pensarse a sí mismo descarnadamente, bordeando la fe, la esperanza y el amar como si fuésemos nuestro prójimo, lo que se busca, si es que se busca algo, si aparece o lo que encuentra viene dado como cuerpo, sin sombra en principio.

Andamos a tientas entre las cosas que más hablamos y hacemos; pues hay una carestía de confianza en sí mismo que si no asusta es porque es una raíz de sí mismo, que se convierte en una característica de ser hombre y que luego serán las manos vacías.

Es que parlotear lo mismo significa dudar sin adornos. En los detalles es donde radica la disfuncionalidad de lo que abordamos, planeamos y construimos. Como vivimos perdidos en sí mismo, en esa generalidad es que nos sentimos cómodos. Los detalles, aun dizque nos favorezcan, nos abruman.

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¿En qué punto de partida o de retirada encontramos que no somos lo que decimos?

Si en la diversidad se encuentra el estado de ánimo deseado internamente en la no diversidad también. La diversidad debería ser el punto de partida de toda carrera de resistencia o no, con la consecución de la paz, de la esperanza y el amar.

La paz interna viene siendo como la barca de uno y lo otro, navegando en el agua turbia de nuestros pensamientos, deseos. El amar, lo que nos dará el equilibrio, pero nacemos desequilibrados, por eso hablamos tanto. Mientras más se parlotea más desequilibrios.

Casi está por demostrarse que, mientras más ahínco e igual proporción de desconcierto, se logre o no lo que se persiga, abruma. Lo que no reviste de duda no se aprovecha al máximo.

Estar seguro de sí mismo en todo lo que se emprende tiene algo de ser una valoración especial, que podría significar que se necesita de una atención especial como persona.

Todo lo que emprendemos está de paciente en el centro de salud más cercano. Sólo los que son tontos de espíritus creen lo contrario y todos los somos en una etapa de nuestra vida material y espiritual luego el descalabro total.

La sabiduría siempre nos remite a la pausa, a quitarnos la prisa, a que, si se llega con prisa, sólo con reconocer que se llegó ya es un acto de sabiduría.

Todo acto humano debería estar revestido de lo anterior, que nadar boca arriba es llegar a la meta y evitar el cansancio. Se descansa boca arriba, en el caso de nadar; En el acto de las brazadas se evita el cansancio.

El descanso llega con estar, en contemplación de la totalidad, de frente al cielo abierto o el universo, como se quiera; por eso nos sepultan boca arriba para que nos contemplemos a nosotros mismos en el afán de existir que fuimos, en la vida como una partida de ajedrez. ¿Cómo verla lo contario siendo las piezas en su orden de jerarquización? ¿Viviendo dentro de la naturaleza del juego que la misma partida de ajedrez propone cuando es un juego llamado de inteligencia superior? Sería una buena propuesta pues, supongo yo que el ajedrez no se juega con inteligencia emocional. Abolir la emisión ante cada movimiento. No sé jugar ajedrez, pero he aprendido a ver la vida cotidiana como una partida de ajedrez como también a la esperanza, a la fe, al amar, entendiendo que actos resumen emociones. Pienso que todos los vemos así, inclusive el que no sabe jugar ajedrez.

Inteligencia y sabiduría son las piezas del ajedrez. El rey y la reina, el poder. Concebir la vida como una partida de ajedrez donde perder una partida no significa que se pierda la vida, porque el mismo juego anula el tiempo, y al anularlo nos convierte en objetos, en artefactos en cualquier circunstancia. Las circunstancias es nuestra esencia donde menos se espera.

El autor es escritor.