Si bien el fenómeno del liderazgo político es algo que se ha manifestado en todas las etapas de la humanidad, lo que ocurrió el pasado domingo en la consulta del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) nos lleva a pensar que en el país, tras la muerte de los caudillos Peña, Bosch y Balaguer, los líderes de relevo han sido coyunturales.

Sobre el tema, el geopolitólogo estadounidense Joseph Samuel Nye afirma que en los últimos cincuenta años se han escrito más de mil estudios tendientes a determinar, de manera definitiva, los rasgos, estilos o componentes de la personalidad de los grandes líderes.

Afortunadamente, ninguno ha podido generar un perfil claro del líder ideal ya que, de haberlo alcanzado, todo el mundo trataría de imitarlo. Es esto lo que lleva a sostener que probablemente no se haya escrito más y aprendido menos de ningún otro tópico en las ciencias del comportamiento como del liderazgo.

Los estudios científicos del liderazgo han pasado por varias etapas, sin embargo, pocos fenómenos han resultado más decisivos para las democracias de todos los tiempos que los de liderazgo político.

El liderazgo se ha convertido en un elemento fundamental en la legitimación de las estructuras de autoridad y también en una fuente enorme de potencial creativo para el proceso político en su conjunto .

Esto es particularmente cierto para las democracias ya consolidadas, Con treinta y cinco años en el primer caso y treinta en el segundo, es innegable que el camino recorrido ha sido posible por la labor determinante de sus respectivos líderes políticos.

De Ahí que el discurso antihaitiano de Abel Martínez y los rumores de que Danilo Medina estaría respaldando a Margarita Cedeño, influyó entre los militantes del partido morado a la hora de sufragar. Al parecer la mayoría quiere alejarse del ruido que provoca el tema de la corrupción.

Sin embargo, el que Abel haya ganado la candidatura de su partido y aún haciendo un buen papel en las elecciones, está lejos de convertirse de la noche a la mañana en el líder del PLD.

Debe recordar la experiencia de Leonel Fernández, que cuando se creyó estar en la cresta de la ola la dirección de su partido lo humilló y la base lo vilipendió.