El cantante y escritor, Ángel Parra, hijo de la folclorista Violeta Parra, estuvo preso en el Estadio Nacional y en Chacabuco, Chile, durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Septiembre es el mes de la historia que me perturba. Se cumplieron 51 años de mi condición de prisionero político y de rehén de la dictadura, autora del golpe de Estado en Chile. Me he reencontrado con algunos de mis compañeros de prisión en el Regimiento de Carabineros de San Bernardo, en el Estadio Chile, en el Estadio Nacional y en la Penitenciaria de Santiago, lugares donde estuve retenido.
Con otros he intercambiado a través de terceros, y de la mayoría jamás he vuelto a tener noticias.
Entre los que reencontré en las vueltas del camino, está el cantante Ángel Parra, hijo de Violeta, hermano de Isabel, sobrino de Nicanor Parra.
El 2011 fui a Chile para la Feria Internacional del Libro y allí, en el stand de la Editorial Catalonia estaba Ángel presentando sus obras “El clandestino de la casa roja” y “El pasado que habito, el golpe de Estado de 1973 contado a mis nietos”.
Nos abrazamos entre risas rememorando los episodios de aquellos días amargos, sintiendo que la derrota de nuestra utopía, de nuestros sueños de una sociedad justa, había sido momentánea, porque los humillados y ofendidos todavía seguíamos resistiendo.
Qué bueno volver a verte compañero, fuimos derrotados, pero seguimos; fueron sus palabras, dichas con la nostalgia que dejó su madre en las canciones reencontradas en París, pero sin amargura ni renunciación.
Hizo una pausa de su labor firmando libros y nos alejamos un poco para conversar en la cafetería del Centro Cultural Estación Mapocho.
Recuerdo cuando te vi la primera vez, te llevaban creo que era para el hospital, yo estaba haciendo el papel de voluntario y te vi ese día; después te volví a ver haciendo la cola para el té que yo repartía; y en las gradas compañero; ¿te acuerdas de aquel día cuando desafiamos a la dictadura y cantamos la canción “Soy libre’’? Y de esas marchas militares que sonaban por los altavoces, ¿te acuerdas? ¿Te acuerdas de esa, de Lili Marleen?, dicen que era la que le gustaba a Pinochet y por eso la repetían tanto. Qué recuerdos, y todavía resistimos, compañero.
Cosas así hablamos, de cómo nos detuvieron, cómo nos torturaron y de cómo nos pusieron frente a los pelotones de fusilamiento. Lo que hicieron con nosotros por nuestras ideas socialistas.
Lo demás está contado a sus nietos en el libro precitado y que él me firmó sin aceptar que le pagara el ejemplar.
Cuenta que “Al mediodía del 12 de setiembre una vecina de la calle Los Leones, en el barrio de Providencia, donde vivía, llamó a la policía para avisar que el cantor y compositor Ángel Parra todavía no había sido detenido’’. Ese fue el aporte patriótico -de esa señora- a favor del fascismo que recién se estaba instalando”.
“…a través de las pantallas de la televisión, se pedía: ¡Denuncie a los marxistas! Ella cumplía con el patriótico llamado…Esta mujer guardaba un odio profundo contra los militantes izquierdistas.
Años después, en el exilio, me encontré con su hija exiliada en Canadá. Casi me dio un ataque cuando me contó que ella también fue denunciada por esta “madre ejemplar’’. “Su propia hija’’.
Ese día en la mañana llegaron 20 policías a buscarlo; a carabinazos y patadas se lo llevaron dejando a sus hijos Ángel, de 7 años, y Javiera, de 5, que se encontraban jugando en el jardín. La vecina observaba con entusiasmo desde su casa, la acción ejecutada por su denuncia.
Después de los acostumbrados periplos a través de lugares de detención, llegó al Estadio Nacional donde nos conocimos. Estuvo allí junto al joven comunista Luis Alberto Corvalán quien, por las secuelas de las torturas, posteriormente murió en 1975.
El 11 de marzo del 2017, recibí la ingrata noticia del fallecimiento en París, por cáncer de pulmón, de
Ángel Parra, mi compañero de prisión en Chile.
Por: Rafael Pineda
rafaelpinedasanjuanero@gmail.com
El autor es poeta.