La Cumbre del Clima (COP27), que reúne a 120 jefes de Estado y de gobierno en Sharm, Egipto, ha iniciado con el mismo riesgo de que el liderazgo global no logre entender que el planeta está al borde del colapso climático a causa de las emisiones de efecto invernadero provenientes de la quema de petróleo, gas y carbón.

l secretario general de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, ha reclamado a todos los países que impongan gravámenes a los beneficios extraordinarios que obtienen las empresas de combustibles fósiles impulsadas por las alzas de precios de la energía, algo que resulta muy difícil, si se toma en cuenta que el gobierno de Estados Unidos no ha logrado ese propósito, a pesar de que el presidente Joe Biden ha denunciado que ese poderoso sector impone, mediante prácticas desleales precios altos a la comercialización de combustibles.

No será fácil que Rusia, China y la Unión Europea logren imponer adecuada fiscalidad a esa industria responsable principal del cambio climático.

Hoesung Lee, presidente del Comité Intergubernamental sobre Cambio Climático, proclamó que la cumbre COP27 “es una oportunidad única para salvar a nuestro planeta y nuestro medio de vida”, lo que en la práctica constituye buenos deseos que penosamente se los lleva el viento.

Lo que ha ocurrido desde la última cumbre es que las potencias económicas emplean mucho más combustibles fósiles como forma de reactivar sus economías y retrasan programas y proyectos destinados a cambiar la matriz energética hacia energía limpia.