
En el Parque Central que es el lugar público más visitado de todo el pueblo, dos o tres personas sentadas o deambulando por la zona, bajo la tenue luz de la Luna./Foto Jorge González
Muy contrario a lo que pasa con poblados como Cabarete y Sosúa, en donde el día es muy movido y la noche lo es más, por la cantidad de bares, restaurantes y el movimiento humano en calles y aceras, en el centro histórico de Puerto Plata, en las noches más bien parece un pueblo fantasma por la poca actividad nocturna que se realiza.
De día
Sin importar, si son el cantar de los gallos o el silbato de los cruceros, barcos o de los buques que llegan o salen del puerto, desde que aparecen los primero rayos del sol, que empiezan a disipar la oscuridad y a diluir con la suave briza de la mañana, la neblina si la hay, las personas y las edificaciones del poblado de Puerto Plata se despiertan para un ajetreado día.

Las calles del casco histórico se llenan de vida, con hombres y mujeres laboriosos que se mueven de un lugar a otro de forma apresuradas. Los transeúntes muchos de ellos turistas se cruzan como hojas llevadas por el viento.
Los edificios gubernamentales, negocios y casas victorianas se llenan, de conversaciones pasos y pensamientos hasta que llegue la noche.
Los lugares de comidas, cafés y tiendas de suvenires a medida que sube el Sol se van tornando como pequeñas unidades de personas que en medio de risas y charlas animadas comen, toman y compran, ya que lo importantes es pasar un buen rato y divertirse.
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También el bullicio propio del tránsito y en especial los motoristas que como enjambre de abejas impregnan un sello muy particular a las angostas calles del centro de esta ciudad que contrastan con los enormes autobuses que transportan a los visitantes que dan vida a todo el entorno.

De noche
Muy contrario a lo que pasa de día, cuando el Sol se oculta tras el horizonte de acero negro que produce la noche, el centro de Puerto Plata cambia su máscara bulliciosa y movida por una de silencio y soledad inerte.
Las luces del alumbrado público sin importar si son de neón, Led o fluorescentes, alumbran como pequeños soles cansados en la noche, y las calles se vacían, como si todos los habitantes y visitantes recibieran la energía del mismo Sol.
No se ven negocios con sus llamativos letreros nocturnos que atraen clientes, como la luz atrae a las luciérnagas. Tan poco se ven de esas mujeres que por las noches venden placeres y sueños a quienes lo soliciten. Pocas gentes y poco tránsito en las vías principales.

En el Parque Central o de la Restauración que es el lugar público más visitado de todo el pueblo, dos o tres personas sentadas o deambulando por la zona, bajo la tenue luz de la Luna que compite con las lámparas del alumbrado público, son toda la vida nocturna que se ve en el sitio.
No se observan bares o clubes nocturnos de esos que se llenan de almas solitarias, buscando el refugio de la música y el alcohol, tratando de olvidar o recordar las cosas pasadas y vividas.
La Catedral San Felipe envuelta en las sombras, con sus ventanas oscuras y cerradas, asemeja un gigantesco monstro de piedra que alza sus brazos intentando cazar estrellas.
Y. Así es la ciudad de Puerto Plata de noche. Que se transforma en un laberinto de secretos, susurros, de emociones y contradicciones. Pero muy a pesar de todo, el día y la noche se entrelazan, como amantes muy distintos pero siempre unidos.

Y aunque pueda parecer aburrida, vacía y triste en la oscuridad, Puerto Plata siempre guarda misterios, esperando a ser descubiertos, por usted.