Los dos últimos homicidios sugieren que las autoridades y la violencia de género parecen transitar líneas paralelas. En tanto la ministra de la Mujer, Mayra Jiménez, ha resaltado las casas de acogida como alternativa contra la violencia familiar, en Santiago una menor de edad mató a su pareja por supuesto maltrato físico y en Dajabón un joven le quitó la vida a su compañera de 16 años de edad.
La ministra habló con mucha satisfacción de la creación de dos casas de acogida, una para niñas en extrema violencia y otra para mujeres víctimas de trata y tráfico de personas.
La menor de edad que murió de una cuchillada en el cuello propinada por el joven Daniel Ramos Mateo, su pareja, tal vez no sabía o no le interesaba comunicarse con las autoridades para exponer su caso.
Tampoco la menor que mató de una cuchillada en Los Ciruelitos, Santiago, a su marido Erinson Antonio Tavárez (El Rubio) por alegada violencia física. Los penosos sucesos sugieren que el Ministerio de la Mujer y demás autoridades tendrán que acercarse más a la realidad para detectar el verdadero drama familiar.
Las casas de acogida de que habla Jiménez y muchas otras medidas podrán ser una alternativa, pero no la respuesta más eficaz para siquiera reducir una violencia que se ha extendido a menores de edad.
Sobre la violencia de género se ha teorizado mucho, pero siempre caen más víctimas. Y que no se apele a estadísticas, como en el pasado, para justificar decisiones que suelen ser desmentidas por la realidad.