El fallecimiento de Bernarda Jiménez Clemente, nos disminuye y marca a todos quienes conocimos de su labor patriótica, que entre otros logros, contabiliza el haber frenado en seco la agresión fascista y asesina contra la inmigración dominicana, a partir del asesinato de Lucrecia Pérez, la originaria de Vicente Noble, ultimada a tiros por un policía (fuera de servicio y vestido de paisano), en 1992, primer caso de un crimen racista en ese país.
Tenía la nacionalidad española y había sido dirigente del pleno nacional del Partido Socialista Obrero-Español, de la que fue la secretaria de inmigración, primera latinoamericana en ocupar ese puesto.
Bernarda, quien expiró la madrugada del pasado martes 3 de septiembre en un centro privado de Santo Domingo, tras sufrir un accidente cerebro vascular, nos marca profundamente porque, si bien todos los seres humanos producen un dolor con su partida final, para este caso, el de una mujer decantada durante años por el amor y el servicio a su patria en favor de la comunidad inmigrante a la capital española.
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Bernarda Jiménez Clemente, nacida en Moca, médico dominicana que partió a España, en la cual desarrolló tanto su carrera, como su gestión a favor de la inmigración latinoamericana (se aprecia que desde el Voluntariado de Madres Dominicanas en Madrid (VOMADE-VINCIT), favoreciendo la regularización legal de más de 45 mil mujeres, sobre todo dominicanas que llegaban en procura de un mejor nivel de vida.
Jiménez Clemente preside la Fundación Dominicana para Prevenir la Violencia Juvenil, de la cual fue cofundadora, en adición a los 30 años durante los que presidió el Voluntariado de Madres Dominicanas.
Le sobreviven su marido Pedro Álvarez Pastor y sus hijos Pedro Luis y Stephany a quienes manifestamos nuestra condolencia. No hay muchas formas de describir el pesar que provoca este fallecimiento.
Bernarda Jiménez Clemente fue durante un año, columnista de El Nacional, enfocada en temas de inmigración de mujeres dominicanas a España.