El sabotaje que ha dejado a Haití en tinieblas refleja la magnitud la inseguridad y la ingobernabilidad en la convulsa nación. Pero también la fuerza de las pandillas y la incapacidad de las tropas internacionales lideradas por Kenia para contener la ola de violencia que arropa Puerto Príncipe, la capital, y la mayor parte del territorio.
Los bandoleros penetraron a la central hidroeléctrica de Peligre, en el centro del país, provocando la suspensión del servicio energético.
El suceso nada tiene de oscuro, pues solo los pandilleros están en condiciones de boicotear el servicio eléctrico y cualquier otro en la desgarrada nación.
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Electricidad de Haití, una empresa estatal, calificó de atroz el atentado que se agrega a la ocupación de hospitales y otros brutales ataques.
Con la dura crisis económica que sufre Haití el sabotaje es otro crimen que pone más difícil las condiciones de vida de la población.
Si es que no tiene más alternativas para enfrentar el desafío de las pandillas, el Gobierno haitiano tendrá entonces que encomendarse al Barón de Samedi y demás luases para que los iluminen en la batalla o los rescaten del poder de los bandoleros en la nación.