Es enriquecedor viajar a otros períodos de la historia. Es como viajar dos o varias veces a la vez y esto me pasó en mi más reciente viaje a Grecia al visitar la isla de Rodas, una isla que mantiene muy bien conservada la arquitectura de su parte histórica.

Cruzar sus puertas y caminar por sus calles me trasladó a otros siglos, al medioevo: imaginé el escenario lleno de gente vestida con sus trajes de la época y el vivir cotidiano de ese período en el que las instituciones cristianas impusieron la sumisión y el dominio a través de sus dogmas.

Estar allí me invitó a escudriñar sobre ese largo periodo de la historia de la humanidad. Pensar en las manos que cargaron cada una de las piedras con que se edificaron los altos edificios, los puentes y cada espacio.

Es lo bueno de viajar, nos despierta los sentidos, nos saca de la monotonía al mostrarnos algo distinto a lo cotidiano y nos lleva a diferentes realidades.

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En este caso, me mostró que las islas griegas son mucho más que playas y turismo complaciente y que si bien es bonito y agradable disfrutar del agua, también es bueno disfrutar de conocer del ayer y de la realidad.

En este viaje en el que también conocí la pequeña Simi, sentí ganas de seguir visitando otras de las 6,000 islas que tiene este país europeo y cuando digo visitar no hablo de llegar, darme un chapuzón y salir, me refiero a disfrutar mientras escudriño de su pasado y su presente, como lo hicimos en medio de los muros de Rodas.

Allí podía imaginar el olor, el sabor y el color del ambiente de otros periodos de la historia, periodos que de alguna manera aun influyen. En mí, el contacto cercano con un pasado del que mucho hablan los libros, me despertó muchas emociones durante mi paseo por esta hermosa isla griega. marileiQhotmail.com

Por: Mary Leisy Hernandez
Marilei@hotmail.com