La muerte de unas 145 personas durante bombardeos a un campo de refugiados de Gaza sintetiza las crueldades de Israel en la guerra no contra el grupo terrorista Hamás, sino contra el pueblo palestino.
A pesar de que el número de muertos supera los ocho mil, el primer ministro Benjamín Netanyahu todavía no está satisfecho al hablar de una guerra larga y difícil.
Antes que acatar la resolución de Naciones Unidas que demanda una pausa humanitaria en los bombardeos, Netanyahu descalificó a su secretario general Antonio Guterres para intervenir en el conflicto.
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Obstinado en arrasar con Gaza y diezmar la población palestina, Netanyahu ni siquiera ha considerado la liberación de prisioneros a cambio de los rehenes secuestrados por Hamás. Netanyahu será el único responsable si algunos de los rehenes son ejecutados por los terroristas de Hamás o caen víctimas de los bombardeos.
Al gobierno de Israel no se le ha regateado el derecho a la seguridad ni a defenderse del terrorismo, pero la respuesta que ha dado a los atentados del 7 de octubre es desproporcionada. La inmensa mayoría de las víctimas son civiles, sobre todo mujeres y niños.