Hace años, leí un antiguo cuento chino en el que un anciano preguntaba a sus nietos de dónde procede el arroz que comen diariamente. La respuesta más acertada fue del niño que dijo: “El arroz procede del mortero que descorteza”.
Debí consultar el Diccionario para entender que “el mortero que descorteza” es la misma cosa que el pilón de majar arroz.
En estos días, la joven escritora Scarlet Shirley puso a circular su novela infantil-juvenil “Castel Blanc: Los guardianes de la luz”, la cual tuve el honor de ponderar en el acto de lanzamiento. Ese libro me provocó una preocupación desde el inicio de su lectura. En la tercera página, que viene siendo la nueve, aparece esta oración: “En la cocina de la abuela había también un enorme mortero de madera”.
Comprendo que la autora, Scarlet Shirley, que no es otra que Scarlet Sánchez, trabaja en una institución farmacéutica, y confieso que hasta entrar en contacto con su libro, había creído que el sustantivo mortero era patrimonio de los profesionales de farmacia. Se trata de una herramienta fundamental en los laboratorios donde se preparan fármacos.

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Que una escritora dominicana, procedente de una ciudad rodeada de cultivos agrícolas (San José de Ocoa) llame mortero al pilón de majar arroz o café no puede serle indiferente a quien pretenda auscultar la obra literaria de su autoría. Más adelante se comprueba que Scarlet Shirley quiso componer su magnífico libro en el castellano más general posible, propósito que pudo lograr.
Los vocablos “pilón” y “majar” tienen tanto sabor criollo que cualquiera puede presumir que se trata de dominicanismos, pero en realidad estas palabras corresponden al español general y como tal aparecen registradas en el Diccionario de la lengua española.
Entre otras acepciones, ajenas al majar o al moler, el Diccionario académico ofrece esta: “Especie de mortero de madera o de metal, que sirve para majar granos u otras cosas”.
Es decir, que la autoridad académica subordina la definición de pilón al de mortero, sustantivo definido de este modo: “Utensilio de madera, piedra o metal, a manera de vaso, que sirve para machacar en él especias, semillas, drogas, etc.”
Esa apreciación se corresponde con el pilón de cocina, usado para machacar ajo, pimienta e incluso para triturar la sal en grano. La mano de ese pilón es una pieza, por lo común, menor de doce pulgadas. Suele ser más profundo que el usado para servir mofongo.
Los verbos majar y pilar son los más empleados en el español dominicano para referir la acción de quitar la cáscara al arroz en el pilón. También disponemos de descascarar. El pilón se usa también para pelar la “uva” del café para luego secarlo, quitarle la cascarilla fina, tostarlo y molerlo.
El pilón de majar café tostado es único y se guarda bajo techo, en la cocina y nunca se usa -o se usaba- para otros fines, aunque el pilón en el que se despulpa -o despulpaba- el grano de café fuera el mismo de descascarar arroz.
El verbo majar, según el Diccionario académico, deriva de la voz “majo” ‘mazo de hierro’, y este del latín malleus ‘martillo’.
Se define así: Golpear en la era el trigo, el centeno, el lino, los garbanzos, etc., con el manal o mayal, para separar el grano de la paja. En tanto que pilar consiste en: Descascarar los granos en el pilón, golpeándolos con una o las dos manos o con majaderos largos de madera o de metal.
De modo que, ni pilón ni majar son voces extrañas al español general, mucho menos al español dominicano.