En el curso del actual proceso se ha ratificado la apuesta al olvido del liderazgo político. Desacreditar a los rivales con argumentos triviales ha sido un recurso, pero ahora vemos, no sin cierto asombro, cómo se intenta abusar de la inteligencia de la gente con denuncias aereas o con supuestas prácticas comunes en el pasado reciente.
Son muchos los casos, pero nos vamos a detener en el revuelo que ha tratado de crear la oposición, o más específicamente el candidato presidencial del PLD, en torno al nuevo titular y demás jueces del Tribunal Constitucional.
Abel Martínez ha confundido los roles al acusar al presidente Luis Abinader de casarse con la desvergüenza “al colocar a sus allegados” en la alta corte, en alusión a la designación de Napoleón Estévez para presidirla y de otros cuatro jueces dispuesta por el Consejo Nacional de la Magistratura.
Hasta donde se tiene entendido Estévez, un magistrado de carrera con vasta formación profesional, que se desempeñaba como juez de la Suprema Corte de Justicia, no ha sido militante del PRM ni de ningún partido político. Lo mismo puede decirse de los demás seleccionados.
El candidato del PLD olvidó, no se sabe si adrede, que el doctor Milton Ray Guevara, cuya integridad y formación son difíciles de cuestionar, no salió de un laboratorio. Fue un político que dedicó muchos años al ejercicio, llegando a desempeñarse como secretario sin cartera, embajador, cónsul, senador y ministro de Trabajo en los gobiernos del PRD.
Para asumir el cargo renunció al partidismo político. Pero el suyo no es ni siquiera el caso más llamativo. Mariano Germán era un destacado dirigente del PLD cuando fue escogido presidente de la Suprema Corte de Justicia. Y también el actual titular, Luis Henry Molina. Algunos de los magistrados que fueron sustituidos no llegaron al Constitucional por méritos profesionales ni nada que se les parezca, sino como parte de arreglos políticos.
Si el candidato presidencial del PLD hubiera meditado siquiera por un instante se evitaría el papelazo con su cuestionamiento tanto al Consejo, y personalmente al presidente Abinader, como a Estévez y los otros cuatro magistrados. Muy a su pesar en esta ocasión el órgano no escogió, como se estilaba, a parciales ni abogados sin formacion para integrar el Constitucional.
Y de haberlo hecho a los magistrados habría que juzgarlos por sus decisiones y no por su militancia o simpatía política. Y los mejores ejemplos son los de Mariano Germán y Molina, quienes hasta prueba en contra colocaron o han colocado la dignidad profesional por encima de intereses particulares.
Un politico no puede exponerse a que el tiro le salga por la culata con denuncias refutadas por la realidad.