El Ministerio de Cultura ha dado un significativo paso hacia delante en favor de terminar, o al menos limitar, la desenfrenada vulgaridad que campea en radio y televisión.
Las pautas de comportamiento en los medios de comunicación están contenidas en una resolución emitida el pasado 4 de julio, suscrita por la ministra Milagros Germán Olalla.
Resulta lógico suponer que todo ciudadano sensato y apegado a la decencia respalde esta iniciativa que se fundamenta en disposiciones legales y en el sentido ético. Busca proteger los derechos ciudadanos y promover buenas prácticas durante la transmisión de espectáculos públicos, radiales o televisivos.
Nadie ignora que la radio y la televisión han sido invadidas por personas que no guardan el menor respeto por el público y vociferan sus pleberías sin pudor ni rubor. Y más grave que las palabras soeces que sueltan con frecuencia son los agravios que evacuan contra personas, en franco atentado contra la dignidad y los derechos de las víctimas de sus ultrajes.
La disposición del Ministerio de Cultura cuenta, entre sus objetivos, la protección de la dignidad humana, en cumplimiento de preceptos consagrados en nuestra Constitución, leyes y decretos que regulan el funcionamiento y las responsabilidades de los medios de comunicación.
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La resolución manda evitar expresiones maliciosas, apología del crimen o la violencia, y cualquier contenido que denigre a las personas, especialmente a los héroes nacionales, así como que las transmisiones deben contribuir a elevar el nivel cultural del pueblo, conservar las costumbres y tradiciones nacionales, y exaltar los valores de la dominicanidad.
Con esta iniciativa, el Ministerio de Cultura reafirma su compromiso con la protección de los derechos ciudadanos y el fortalecimiento de las buenas prácticas en los medios de comunicación. Obviamente, que es bochornoso el comportamiento de ciertos sujetos, mujeres y hombres, frente a las cámaras de televisión. Su lujo es la depravación, su norma la ordinariez y su amparo es la libertad de expresión que ellos confunden con libertinaje y desenfreno verbal.
Vale observar que una de las directrices resulta chocante. Es la que reza: “…se prohíbe el uso del lenguaje explícito y cualquier influencia malsana que perturbe el desarrollo armónico de la niñez y la juventud dominicana”. Pero solo por el uso del adjetivo explícito.
La voz /explícito/ indica que se expresa clara y determinadamente una cosa. Tiene como sinónimos a claro y manifiesto.
De modo que la explicitud, cualidad de explícito, es una condición favorable a la comunicación. Explícito debe ser el periodista que informa o comenta los hechos, conviene que el maestro también lo sea en el aula. Que, desde el púlpito, el predicador produzca su homilía con la debida explicitud.
Lo contrario de explícito es implícito, que se refiere a un concepto incluido en otro. Sus sinónimos son tácitos y sobrentendidos. Lo tácito está tan claro que no hay que explicarlo, pero cuando se explicita un asunto se procura que sea entendido, por lo cual la antonimia entre tácito y explícito no es profunda.
Explicitar es hacer explícito algo, aclararlo, explicarlo. Este verbo tiene como sinónimos o afines a expresar, manifestar, exponer.
Por eso quiero defender el adjetivo explícito, pues ha sido incluido en un expediente que no le corresponde. La familia que forman explicitud, explicitar y explícito no es responsable de lo grosero, vil, chabacano, basto, bajo y ordinario que ha embarrado de pestilencia a los medios de comunicación.
El verdadero acusado, en vez de explícito, ha de ser /soez/, que viene siendo lo mismo que bajo, grosero, indigno, vil. Siempre hemos de condenar lo soez y negarle la audiencia a la gente que así se comporta. Defiendo el adjetivo explícito, que no es culpable de nada.