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Es poco lo que pido, porque es poco a lo que aspiro

Es poco lo que pido, porque es poco a lo que aspiro

Cuando uno quiere, aspira o desea algo, debe y tiene que luchar por eso con las armas de que dispone, tratando de hacer la mejor utilización de estas, por eso, yo, que solo tengo ésta disponible dentro de los cánones legales, hago uso de ella con la única finalidad de que, en algún momento, ver hecha realidad a lo que aspiro. Utilizar este espacio para lograr a lo que aspiro como un simple ciudadano, repitiendo hasta la saciedad o hasta que alguien se digne a prestarme algo de atención.

Con relación a mis deseos que, me parece, son compartidos por muchos más que aspiran a vivir en un país con orden, donde las reglas éticas-morales o dispuestas por reglamentos o leyes, sean cumplidas por todos los ciudadanos, aún y no sean distinguidos de la alta sociedad o aquellos plebeyos que la política se ha encargado de convertirlos en “honorables”, todos sean obligados, por los medios de que dispone el Estado para el uso exclusivo del monopolio de la violencia, al cumplimiento obligatorio de las leyes.

Ante estos hechos, grito -literalmente- no por cobardía sino, por la impotencia de no ver en todos los sentidos, a los organismos comprometidos con la aplicación de las leyes, inmersos en este asunto, dando el ejemplo, no escudándose en blindajes que ellos mismos se encargan de mandar a elaborar a su justa medida y pretender esto, no me parece una locura o un capricho, me parece más bien, que es un derecho.

Por eso, considero, que tanto las altas, medianas y enanas cortes y otros tantos relacionados, es decir, la justicia en general, así como las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, deberían estar fuera de cualquier negociación o compromiso político y más ahora, que han llegado al borde del abismo institucional y que se aproximan nuevas elecciones, con la finalidad de que estos organismos o instituciones permanezcan fuera de la influencia política, de factores externos a su propia idiosincrasia, sus funciones y que a la vez, destruyen la disciplina, el espíritu de cuerpo y su sentido de pertenencia con la unidad de que se trate.

Es poco lo que pido y a lo que aspiro, quizás, parodiando una popular canción, solo desearía que todos aquellos con poder para poder hacer, en vez de recordar a Juan Pablo Duarte; Juan Bosch o Francisco Peña Gómez, como un sustantivo, lo hagan como un verbo.

Es todo un desastre que aún permanezca la política de los famosos seis meses ocupando una posición, por el simple hecho de favorecer a algunos privilegiados o espalderos en busca de beneficios personales, sin tomar en consideración el trabajo que se esté desarrollando dentro de determinada unidad.

Desde hace décadas se han ido creando unidades para que algunos tengan ocupación y no lo contrario, porque la teoría se ha comido la institucionalidad y aquello de que un policía está de servicio en todo momento, es cosa del pasado.

No se sabe cuándo está de servicio o de libertad, ya que tanto en la P.N. como en las FF.AA. el uniforme de paseo ha desaparecido, no existe el espíritu de orgullo y pertenencia a la unidad, porque siquiera el uniforme es uniforme.

Y es que, en cuanto a estas instituciones, solo se ha estado escuchando la misma fraseología política estereotipada, por lo que tampoco sé, si para lograr salir de esta marisma institucional, habrá que hacer un operativo; una operación; algún combate o una batalla; una guerra o una campaña, pero, algo práctico habrá que hacer antes de que el bandidaje termine de dominar todo nuestro quehacer cotidiano porque, sabido es, que una Policía o unas Fuerzas Armadas sin entrenamiento y sin disciplina, se convierten simplemente, en una turba inservible y, con esto, espero, que algunos calibren en su justa medida, la cruda realidad que impera a lo interior de estos llamados a darnos seguridad. ¡Sí señor!

El Nacional

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