Cierto es que por las terribles condiciones en que se encuentra, Haití lo menos que inspira es piedad. Pero la indemnización exigida por Francia para concederle la independencia en 1825, que el presidente Emmanuel Macron ordenó revisar y que alcanzó 560 millones de dólares, no puede verse como un acto de compasión, sino de justicia.
La indemnización fue una carga tan pesada, que hay quienes la relacionan con la insuperable crisis económica y social que ha afectado al pueblo haitiano. E incluso hay historiadores que relacionan los 22 años de ocupación haitiana de Santo Domingo con el compromiso del vecino país de cubrir la deuda con Francia.
Los haitianos se han cansado de reclamar la devolución del dinero que pagaron por su independencia, pero es ahora cuando un gobernante galo se digna a crear una comisión para revisar el oneroso precio por la libertad.
Es curioso que el país que hizo una revolución para instaurar las libertades y los derechos humanos no haya retribuido a una antigua colonia, al cabo de 200 años, el precio que le exigió para concederle la independencia. Lo de Macron se trata, en definitiva, de un acto de justicia.