Atribuir al partido la responsabilidad de la derrota de los candidatos demócratas a la gobernación y el Senado de Virgnia es la salida más a la mano encontrada por el presidente Joe Biden para evadir algún tipo de culpa.
El mandatario interpretó la derrota como una señal de que los votantes quieren que su partido produzca resultados más concretos desde el poder. Pero cualesquiera sean las razones la victoria de los candidatos republicanos en un estado que el Presidente ganó hace más de un año con una diferencia por encima de los 10 puntos, pone a pensar en el futuro de los demócratas.
Se trata sin duda alguna de un mal presagio para un partido que hasta un bastión como Nueva Jersey lo retuvo a duras penas. Mientas la popularidad del presidente Biden está en caída libre, los republicanos han sabido conservar su unidad y coherencia alrededor de puntos siempre conflictivos.
Lo ocurrido en Estados Unidos tiene muchas lecturas, entre las cuales puede destacarse que los votantes no guardan lealtad a los partidos. Y que una forma de expresar su insatisfacción con el ejercicio del poder es castigando a sus candidatos en certámenes.