Será difícil que alguien sepa cuántas palabras pueden formarse a partir del sufijo -azo, como también es poco probable que, debido a su cuantía, algún diccionario pueda incorporarlas. La derivación es un procedimiento al alcance de todos los hablantes, letrados o iletrados, para crear voces nuevas. Los sufijos y prefijos son buenos aliados para esta acción.
Esto expresa la Nueva gramática de la lengua española: “Una característica notable de este sufijo es su gran productividad, especialmente en la designación de golpes, lo que tiene como consecuencia directa el que los diccionarios no puedan recoger todas las voces admisibles así formadas”. (Espasa, tomo I, 2009, pág. 398).
Lo más sabido del sufijo -azo es que sirve para formar sustantivos que denotan golpes y acciones bruscas. Por ejemplo, correazo, chancletazo, bolazo, tablazo, pelotazo, macanazo, machetazo, batazo, martillazo o botellazo representan golpes dados con el objeto al que alude la base de la palabra de que trate (bola, tabla, pelota…). Las acciones bruscas pueden ser cabezazo, cañonazo, plumazo (Lo eliminó de un plumazo), matazo (Me di un matazo y me fracturé un tobillo) y papeletazo (Lo logró a papeletazos).
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Otra función de este morfema es la producción de derivados aumentativos. La terminación -azo añadida a un sustantivo puede servir para elogiar: carrazo (carro grande y bueno), buenazo (persona o cosa muy buena), librazo (libro que gusta), cantantazo (cantante sobresaliente), escritorazo (buen escritor), presidentazo (mandatario caracterizado por acciones atinadas y oportunas).
El aumentativo puede expresar disgusto, burla o menosprecio: grandazo (Tan grandazo y no le da vergüenza); cuerazo (Esa no es más que un cuerazo); papelazo (Por presumir de sabio, hizo un papelazo). A los sustantivos que fungen de interjecciones para expresar disgusto, sorpresa o enojo suele agregársele la terminación -azo para multiplicar el enfado (diablazo, coñazo, …).
Algunos hablantes recurren a los nombres malsonantes de los órganos genitales, agregando el sufijo -azo, para referir golpes que de ningún modo pudieron darse con el sujeto incluido en la base léxica de dichos vocablos, ejemplo de ellos es totazo. Otros objetos se emplean para nombrar golpes, sin que haya sido, precisamente, tal objeto con el que se haya dado: guantazo, cajetazo, tablazo, trancazo.
Los sustantivos terminados en -azo se prestan para la ironía y el humor. En determinadas coyunturas políticas han adquirido vigencia algunos relacionados con acontecimientos puntuales. Ejemplos: gacetazo (derivado de gaceta, alusión a la adulteración de una ley publicada en la Gaceta Oficial); granadazo (estallido de una granada en la Junta Central Electoral, en período poselectoral), paquetazo (paquete de impuestos contenido en una reforma fiscal); madrugonazo (referencia al golpe de Estado contra el presidente Bosch); cacelorazo (modo de protesta contra un gobierno corrupto).
Pocas veces, los sustantivos derivados terminados en -azo poseen las significaciones relacionadas con golpe y con aumentativo, a la vez. Citemos los casos de zapatazo y librazo. Zapatazo indica zapatos de calidad y elegancia, pero también puede denominar el golpe con un zapato. Con el vocablo librazo podemos aludir a un libro de gran contenido, a un libro voluminoso, grandote, y también al golpe dado con ese objeto.
En el habla dominicana se emplea el término petacazo, en alusión a un trago de bebida alcohólica. A algunos nos resulta chocante, dada la relación morfológica con la palabra petaca. En la vida rural se llama petaca a una caja rústica hecha de yagua. El Diccionario de la lengua española tiene varias acepciones para esta palabra, entre ellas: “Botella de bolsillo, ancha y plana, que sirve para llevar bebidas alcohólicas”. De ahí el petacazo.
El petacazo puede significar un gustazo, que es muy diferente a un trancazo o golpe con una tranca. No me parece cierto aquello de “Un gustazo, un trancazo”.