Las vale precaver que remediar” ese dicho de uso tan frecuente, es casi siempre inobservado. A pesar de que, las consecuencias de no precaver suelen ser costosas y funestas.

En nuestro país aplicamos “los operativos” para casi todo, lo cual revela imprevisión. Los resultados de esta modalidad son ineficaces y de muy altos costos; con la agravante de que por lo general ocasionan grandes molestias a la ciudadanía… y para colmo, la confianza en las autoridades que la aplican es cada vez menor.

Como se puede apreciar, “los operativos” son procedimientos improvisados no deseables; aunque es entendible la necesidad de aplicarlos cuando las circunstancias así lo demanden.

Si partimos de la premisa que reza: “La experiencia enseña”, o sea, que los imprevistos una vez resueltos, proporcionan aprendizajes que ayudan a evitar vuelvan a repetirse.

Esos conocimientos asimilados y aplicados servirán para ampliar y fortalecer las normativas del tema que se trate. De ahí, la oportunidad para concebir y ejecutar planes y proyectos más confiables y eficaces.

El escenario arriba descrito, hace propicia la ocasión para aplicar “la consistencia”. Es decir, a ser coherentes en la aplicación de los principios y las normas establecidos, lo cual reduce la probabilidad de ejecutar “operativos”.

Si extrapolamos todo esto a la acción de gobernar, cuyo primer mandato es: cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes; se puede afirmar que el resultado de la gestión gubernamental sería más efectiva, austera y transparente.

Nuestras autoridades tienen en “la consistencia” un aliado de primer orden para luchar contra la corrupción, toda vez que, además de optimizar los costos de las obras y proyectos, promueve la transparencia en el uso de los recursos y fondos públicos.

Precaver significa evitar situaciones indeseadas, de ahí que cuando se dispone de referentes apropiados que se han aplicado anteriormente, en ejecutorias gubernamentales exitosas, repetirlos es garantizar resultados favorables. Eso es ser consistente.