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Orto-escritura: Mayúsculas que satisfacen gustos y vanidades

Orto-escritura: Mayúsculas que satisfacen gustos y vanidades

Lo ordinario son las letras minúsculas; lo diferente, lo resaltado, son las mayúsculas. Las letras en altas constituyen una marca, y muy frecuentemente los usuarios de la lengua escriben timbrados por esa marca. A veces en forma no recomendable.

Algunas lenguas prescinden de las mayúsculas, pero el español ya no puede vivir sin esa herencia que le dejó la lengua latina. Las prescripciones sobre su uso son claras y están registradas en la Ortografía de la lengua española, una de las tres imprescindibles publicaciones académicas.

La intención de quien escribe, su formación y hasta su temperamento, influyen para que éste emplee letras mayúsculas al margen de la normativa de nuestra lengua. El gusto por la mayúscula se evidencia en todo tipo de escrito: desde letreros en una pared hasta avisos oficiales de instituciones y órganos del Estado.

Me he permitido clasificar las mayúsculas innecesarias con las siguientes denominaciones: sentimentales, caprichosas, de apego, por ignorancia y enfáticas. Hay, por supuesto, mayúsculas legítimas o correctas, son las que se aplican de acuerdo con la norma de nuestra lengua.

Se usa letra inicial mayúscula al principio de cada oración (El pueblo dominicano nació antes que la República Dominicana); en los nombres propios de personas (Alejandro, Herminia, Ramón, Rafaela…) o de lugares (España, La Romana, El Seibo, Moca…). Por igual nombres de instituciones (Ateneo Insular) y obras y publicaciones (Monna Lisa, Don Quijote).

Se le da uso sentimental a la mayúscula cuando creemos que al colocarla a determinada palabra intensificamos su valor lexicográfico. Así aparecerán en contextos que no demandan la letra alta palabras como: Amor, Madre, Padre, Hijo, Patria, Novio, Dominicanidad o Dominicano, Esposa, Abuela, Maestro, Nieto. En cada caso sobra la mayúscula.

Serán mayúsculas caprichosas siempre que se trate de palabras comunes y a quien las escriba le da con ponerlas en mayúscula: cien Millones, veinte  Dólares, mil Pesos, lo vi en el Periódico, en el Banco, un Bar, un Restaurante, al pasar el Río, en la Autopista, cambié de Canal. Es frecuente en la publicidad de supermercados colocar, impropiamente, con mayúscula inicial los nombres de los artículos que promueve: Arroz, Aguacate, Yautía, Frutas, Carnes…¿Para qué?

El apego puede revelar buen sentimiento hacia personas, entidades o representaciones, por eso es común aplicarles mayúsculas a las palabras que los aluden: el Papa, un ciudadano Americano y un Panameño, el Arzobispo Ozoria, fue ascendió a Mayor General, mi sobrino es Teniente Coronel, hablé con el Ingeniero Hernández, también con el Doctor Sánchez. En estos ejemplos, sólo los apellidos requieren mayúsculas.

La denominación “enfática” ha sido empleada por los académicos de la lengua y se ve en casos como los siguientes: el Director GeneraI, en la Catedral, una Misa Solemne, el Presidente de la, el Senador, un Magistrado, el Ministro de, el Señor Embajador, nuestro Candidato Presidencial, un Diputado de la Provincia, reforma Constitucional. Todas sobran

La mayúscula por ignorancia debería ser exclusiva de quienes no han tenido oportunidad de estudiar. La enfática, en cambio,  es propia de gente que se tiene por ilustrada. Todas las tendencias señaladas se entrecruzan y tienen como entronque común el desconocimiento de la normativa. El uso de mayúsculas, al parecer, satisface gustos y complace vanidades.

La conclusión ha sido tomada de la Ortografía académica: “Conviene recordar siempre, sin embargo, que la mayúscula es la forma marcada y excepcional, por lo que se aconseja, en caso de duda, seguir la recomendación general de utilizar con preferencia la minúscula”. (OLE, pág. 446).