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Como cada Domingo: Se fue una buena persona

Como cada Domingo: Se fue una buena persona

José Rafael Sosa

Por el hecho de haber nacido, todos tendremos que irnos un día de este mundo. La muerte es consustancial con la vida y deberíamos estar preparados para esa posibilidad irreductible.

Pero, nadie, absolutamente nadie, está preparado para la muerte de una persona amada por su familia, su comunidad, o su iglesia.

Las interrogantes son inevitables: ¿Qué hacer para manejar el duelo en especial cuando quien ha partido es una buena persona, una que durante toda su vida prodigó el amor en forma de servicio a los demás, sobre todo cuando se ha sido médico, cuando se ha deparado amor para quienes conformaron su familia, cuando quien se ha ido, ha tenido que pasar por la tragedia de enterrar a uno de sus hijos, violando la regla elemental que llama a que sean los padres quienes lo hagan con quienes han procreado?

La muerte es un paso crucial y definitivo que marca para un caso como el que comento, a una familia y una Iglesia desde la que impartió esa persona, sus enseñanzas bíblicas, portando una palabra renovada, nueva, de perspectivas actuales.

Como cada Domingo: Se fue una buena persona
Como cada Domingo: Se fue una buena persona

¿Cómo se guarda luto ante la persona que transcurrió impecablemente por esta vida, que asumió con integral responsabilidad, cuanto se puso su cuidado, cuanto se colocó bajo su cuidado?

¿Cómo ha de presentarse ante el Altísimo Señor, la memoria de una vida en la cual fueron puestos como prioridad el valor del servicio, el sentido del amor, la consistencia y validez de la familia, cuya preeminencia estuvo por encima de todo?

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Hoy día, esa persona descansa.

Hoy día se le extraña.

Pero también, se sabe que sólo ha cambiado de ámbitos y que ahora transcurre por la inmensidad de la luz de la eternidad.

Ese debe ser el consuelo para esa familia, agobiada por una ausencia que marca y duele