Si la proclamación de la Independencia Nacional no fue suficiente para consolidar la promesa duartiana de que la patria no sería sierva jamás, la victoria alcanzada en la Guerra de Restauración contra el colonialismo español se convirtió en gran ejemplo de ese juramento que seguirá vigente por siempre.
El virus de la traición y la vacilación quedó arraigado en no pocos independentistas, como Pedro Santana, a quien el extravío de su fe en la incipiente república, lo llevó a pedir la anexión del territorio a España.
Sin la espada de Simón Bolívar ni el concurso inicial de Haití, el instinto patriótico incendió las praderas desde Capotillo y la Línea Noroeste hasta el extenso Cibao y el nordeste, en enfrentamientos continuos con el ejército español, donde el pabellón tricolor ondeó azuzado por brisas de valor y arrojo.
No debería olvidarse que Francisco del Rosario Sánchez fue de los primeros en rebelarse contra la infamia anexionista al encabezar una fallida expedición desde Haití, cuyos integrantes fueron capturados y fusilados el 4 de julio de 1861, en El Cercado, por órdenes de Santana, y que dos días antes, el general José Contreras dirigió otra fallida rebelión.
Se atribuye el estallido de la Guerra de Restauración a impuestos decretados por la gobernación española a la producción y el comercio y al temor de que se reeditara la esclavitud con el envío de negros a Cuba y Puerto Rico, pero en justicia debe proclamarse que el fervor patriótico fue la primera causa de esa insurrección.
Con desbordante orgullo patrio, los dominicanos festejan este 16 de agosto el 159 aniversario de la Restauración de la República, acontecimiento histórico sin igual de un pueblo que proclamó su independencia y separación de Haití y que luego recobró su soberanía conculcada por el imperio español.
En el interregno entre Independencia y Restauración, los dominicanos, con improvisadas huestes, salieron airosos en decisivas batallas frente a un ejército de cultura bélica napoleónica, lo que demuestra que el ardor patriótico fue determinante para que hoy pueda hablarse de una patria libre e independiente.
De la guerra contra el colonialismo y de la Restauración de la República queda como lección histórica que la traición ni la vacilación jamás perturbarán el compromiso ineludible del pueblo dominicano de honrar la proclama de Juan Pablo Duarte de que la patria nunca jamás será sierva de ninguna potencia extranjera. ¡Viva la República Dominicana! ¡Loor a los restauradores!