Jesús, el hombre cuyo nacimiento conmemoramos en estos días, por quien se llenan de luces y festejos las calles, plazas y hogares a nivel mundial, con excepción de pocos países, es llamado por distintos nombres y apelativos, los cuales varían de acuerdo con circunstancias, gustos o educación de las personas. Lo que no varía es que cada forma de llamarlo se escribe con mayúscula inicial, conforme a las normas que rigen en lengua castellana para los nombres propios.
Ejemplos: Jesús, Jesús de Nazareth, Jesucristo, Cristo o Cristo Jesús. Los apelativos también van en mayúscula: el Mesías, el Salvador, el Redentor, el Galileo, el Nazareno, el Crucificado, el Resucitado, el Hijo de Dios, el Señor, Emanuel, conforme al vaticinio del profeta Isaías: ¡La virgen dará a luz un hijo y lo llamarán Emanuel (“Dios está con nosotros”)! Is 7, 14.
Fray Luis de León, poeta y teólogo español del siglo XVI, publicó el importante libro De los nombres de Cristo, repleto de sabiduría. He consultado la edición digital realizada a partir de “Obras completas castellanas de Fray Luis de León”, prólogo y notas de Félix García, 2ª Madrid, Editorial Católica, 1951.De esa obra citaremos otros nombres no tan san sabidos de Jesús, pero fundamentados en informaciones bíblicas.
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En una larga plática teológica, tres amigos, quizá inventados por el fraile, Marcelo, Sabino y Juliano, discuten acerca de los nombres de las cosas, de Dios, de los oficios…Cito al autor:
“Era por el mes de junio, a las vueltas de la fiesta de San Juan, al tiempo que en Salamanca comienzan a cesar los estudios, cuando Marcelo, el uno de los que digo -que así le quiero llamar con nombre fingido, por ciertos respetos que tengo, y lo mismo haré a los demás-, después de una carrera tan larga como es la de un año en la vida que allí se vive, se retiró, como a puerto sabroso, a la soledad de una granja que, como vuestra merced sabe, tiene mi monasterio en la ribera del Tormes, y fuéronse con él, por hacerle compañía y por el mismo respeto, los otros dos”.
En el capítulo titulado “De los nombres en general”, fray Luis de León afirma que: «Los nombres que en la Escritura se dan a Cristo son muchos, así como son muchas sus virtudes y oficios; pero los principales son diez, en los cuales se encierran y, como reducidos, se recogen los demás; y los diez son éstos».
“Y para que ya nos vamos acercando a lo propio de nuestro propósito y a lo que Sabino leyó del papel, ésta es la causa porque a Cristo nuestro Señor se le dan muchos nombres; conviene a saber, su mucha grandeza y los tesoros de sus perfecciones riquísimas, y juntamente la muchedumbre de sus oficios y de los demás bienes que nacen de él y se derraman sobre nosotros. Los cuales, así como no pueden ser abrazados con una vista del alma, así mucho menos pueden ser nombrados con una palabra sola”.
Los diez nombres
“Y así vienen a ser casi innumerables los nombres que la Escritura divina da a Cristo; porque le llama León y Cordero, y Puerta y Camino, y Pastor y Sacerdote, y Sacrificio y Esposo, y Vid y Pimpollo, y Rey de Dios y Cara suya, y Piedra y Lucero, y Oriente y Padre, y Príncipe de paz y Salud, y Vida y Verdad; y así otros nombres sin cuento. Pero, de estos muchos, escogió solos diez el papel, como más sustanciales; porque, como en él se dice, los demás todos se reducen o pueden reducir a éstos en cierta manera”.