Desde hace más de 25 años, la Panadería Mercedes conserva la tradición de hornear el pan en horno de barro./ Duany Núñez
En el corazón del municipio de Duvergé, en la provincia Independencia, Ana Emilia del Socorro Mercedes Medrano ha forjado una trayectoria de más de 25 años en el mundo de la panadería, llevando el delicioso pan recién horneado a las calles de su comunidad.
Desde 1998, su Panadería Mercedes ha sido un pilar en la vida cotidiana de los habitantes locales, uniendo la tradición del horno de barro con el arte de hacer pan.
Ana Emilia comenzó su negocio en un contexto de necesidad. Antes de dedicarse al pan, su sustento provenía de la producción de bombones y conconetes que llevaba a otras panaderías para hornear, ya que no contaba con su propio horno.
«Yo hice ese horno porque no lo tenía, y dependía de las panaderías ajenas para quemar mis productos. Un día, un trabajador me trajo medio saco de harina para empezar a hacer pan, y así nació todo», rememora Ana Emilia.
En cada mordida a este alimento preparado por Ana Mercedes se saborea una costumbre que ha perdurado por décadas en Duvergé y que forma parte de su identidad culinaria
Horno de barro
El horno de barro de la Panadería Mercedes es el alma del negocio. Capaz de albergar hasta 25 bandejas, cada una conteniendo 12 panes, este horno ha sido testigo de innumerables lotes de panes crujientes y esponjosos.
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Ana Emilia cuenta que el proceso comienza por la noche, cuando encienden el horno, y a las 4 de la madrugada retiran las cenizas para comenzar a hornear.
«Nunca he quemado un bombón en este horno en todos estos años», dice con orgullo, una señal del dominio de su oficio.
La panadería opera seis días a la semana, preparando alrededor de 200 libras de harina diarias, lo que equivale a dos sacos de harina. Anteriormente, cuando la demanda era mayor se llegaron a amasar hasta seis sacos.
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Los ingredientes son simples: harina, azúcar, sal y levadura.
Así como esta mujer, en Duvergé otros tantos hacen del pan cocido en horno de barro su principal fuente de ingreso, llevando sustento a cientos de mesas y conservando una costumbre culinaria que forma parte de su cultura.
Tradición familiar
A pesar de los avances y los retos, el negocio sigue siendo una empresa familiar. Tras la muerte de su esposo, Ana Emilia asumió la responsabilidad total del negocio, apoyada por sus hijos. Dos de ellos se encargan de la distribución del pan en colmados y comunidades cercanas, mientras que cinco trabajadores desempeñan distintas funciones dentro de la panadería.
Uno se encarga de hornear el pan, otro lo empaca, y por las tardes, un equipo de jóvenes labora en la preparación de la harina.
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«Nunca he contado la cantidad exacta de panes que da un saco de harina, pero cada bandeja saca 12 panes, y vendemos fundas de 100 pesos con 24 panes», detalla Ana Emilia.
El trabajo, que comienza antes del amanecer, culmina entre las 9 y 10 de la mañana, cuando el proceso de horneado y venta llega a su fin. Además de distribuir los panes en colmados locales, muchas personas se acercan directamente a la casa de Ana Emilia para comprar el pan recién hecho.
Consumo
El pan es un alimento esencial en la mesa de los dominicanos. En comunidades como Duvergé, no solo es un acompañamiento en las comidas, sino una parte integral del desayuno y la cena.
Los colmados y pequeñas panaderías, como la de Ana Emilia, juegan un rol crucial en el abastecimiento diario de este alimento básico.
Según estadísticas, el consumo per cápita de pan en la República Dominicana se ha mantenido relativamente estable, con un promedio que varía entre 25 y 30 kilogramos anuales por persona.
El pan popular, que se encuentra en los colmados a precios accesibles, se caracteriza por ser de producción local y artesanal, con un sabor particular que varía según la región. En el caso de la Panadería Mercedes, la tradición de hornear en horno de barro le añade un valor distintivo, siendo reconocido por su textura única y sabor auténtico, atributos que lo han hecho imprescindible en las mesas de Duvergé y comunidades vecinas.
Un apunte
El legado
El legado de Ana Emilia y su Panadería Mercedes va más allá del simple negocio. Es un ejemplo de cómo la perseverancia y el trabajo familiar pueden construir un proyecto sostenible, enraizado en la cultura local y en las tradiciones de la comunidad. Con cada barra de pan que sale del horno, Ana Emilia no solo alimenta cuerpos, sino también una historia de esfuerzo, dedicación y amor por su tierra.